Alun Morgan es un octogenario inglés al que le ha sucedido una de esas curiosidades que ni tan siquiera los científicas concuerdan al explicar. El señor Morgan ha vivido toda su vida en Inglaterra. Actualmente reside en la muy inglesa localidad de Bath y su habla ha sido tan inglesa durante toda su vida que nadie podría confundir su nacionalidad.
Eso hasta que Alun, de 81 años, sufrió un ictus hace unas semanas y cayó en coma durante una veintena de días. Cuando despertó del coma, el señor Morgan ya no hablaba inglés, sino un idioma que nunca había estudiado: el galés.
“Yo solo me lancé a hablar”, explica con gesto despreocupado. “Me llevé cierta sorpresa cuando mi mujer me dijo lo que estaba haciendo”.
Es cierto que los vínculos entre Morgan y Gales, la tierra donde unas 562.000 personas (el 19% de la población según el censo de 2011) habla esta lengua de origen celta, no son pocos: su mujer de hace décadas, Yvonne, es de allí y lo habla con fluidez; allí fue también donde vivió él durante un par de meses cuando fue evacuado durante la Segunda Guerra Mundial y practicó el idioma durante esa temporada… hace unos 70 años. No había vuelto a utilizarlo.
Para rizar el rizo, Morgan perdió su nuevo idioma a los tres días de su estreno: sencillamente, al tercer día tras despertarse del coma, su cerebro se reconfiguró y volvió a hablar un inglés si bien no tan fluido como antes, al menos propio de alguien criado en ese idioma.
Según los médicos, fascinados por el caso de Alun Morgan y su repentina hazaña lingüística, lo que el pobre octogenario sufrió esos tres días fue afasia, una condición que afecta la capacidad de una persona para procesar el idioma pero no a la inteligencia. Como denotan los 10.000 estadounidenses que desarrollan afasia cada año, suele ser causado por ictus principalmente, o por algún otro tipo de lesión cerebral.
Según Joe Korner, de la Asociación de Víctimas de Ictus, es bien probable que esta curiosa condición se deba a la plasticidad del cerebro humano y a los sorprendentes resultados que se experimentan cuando éste se ve forzado a crear conexiones nuevas para realizar tareas, como hablar, que antes se daban por sentado.
“Creemos que el cerebro dañado busca nuevas vías para funcionar, lo cual abre recuerdos o conocimiento que estaba ahí pero que antes no se expresaba”, explica. “El inglés ha vuelto gradualmente pero las palabras no me llegan con facilidad”, reconoce Alun Morgan, protagonista de varios artículos en la prensa inglesa. Ha estado recibiendo lecciones del idioma que habló toda su vida. El galés, asegura, se le ha olvidado ya por completo.
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