La neurosis hipocondriaca es un trastorno mental frecuente, aunque ni el Manual Diagnóstico y Estadístico de Enfermedades Mentales (DSM) de la Asociación de Psiquiatría Americana aporta cifras sobre su prevalencia. Esto se debe a que quienes lo padecen se sienten ofendidos ante la sola sugerencia de que sus miedos son infundados; rehúsan acudir a un especialista en salud mental y, por tanto, ni reciben tratamiento psicoterápico ni se les cataloga como hipocondriacos.
Este trastorno afecta por igual a hombres y mujeres. Por lo general, las primeras manifestaciones aparecen durante la adolescencia, aunque no es raro que se presenten hacia los treinta años, en los hombres, y en torno a los cuarenta, en las mujeres.
Lo habitual es que un hipocondriaco lo sea toda la vida, aunque su preocupación atraviesa rachas. Y en los tiempos de crisis, sobre todo si llega el desempleo, la hipocondría se agudiza.
Los hipocondriacos, a fuerza de medirse la temperatura una y otra vez, o de contarse las pulsaciones, o de escucharse las tripas, desarrollan creencias erróneas sobre los alimentos que mejor les sientan y el tiempo que les favorece, entre otras manías.
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